martes, 16 de mayo de 2017

"EL QUE MUCHO HABLA, MUCHO YERRA..."


"El que mucho habla, mucho yerra. El que es sabio refrena su lengua" decía Salomón en sus proverbios.

Y la verdad que visto lo visto, y a medida que cumplo más años, me llama poderosamente la atención con que facilidad aprende el ser humano a hablar en apenas dos años y, sin embargo, cómo le hace falta una vida entera para hacerlo con buen juicio, empatía, amor y serenidad - si acaso es capaz de conseguirlo - algo tan sencillo pero que se vuelve enormemente complejo para una ingente cantidad de individuos e individuas de esta mísera y engreída especie llamada ser humano. 

Con la misma boca y la misma lengua algunos ejemplares son capaces de declamar los más hermosos poemas y, a su vez, las basuras más detestables, todo en el mismo envase, en el mismo ser.

Uno de los escritores bíblicos, Santiago apóstol, hablando de la lengua, escribió con enorme acierto... "con cuan pequeño fuego arde tan grande bosque" (Santiago 3:1-8) y es que ese apéndice tan pequeño es capaz de sacar al universo todo un mundo de belleza, de palabras entretejidas con amor, de articular fonemas con asombrosos resultados que deleiten a miles, millones de criaturas y, sin embargo, al mismo tiempo es capaz de ser origen de una inagotable fuente de dolor y convertirse en un látigo dañino que vierta suciedad y mentiras a diestro y siniestro con la misma facilidad que se cambia un grifo de casa del agua fría al agua caliente.

Es, cuanto menos, para meditar solo 'un poquito' cada día - sí, hombre, que no hace daño - y nos preguntemos ¿Qué empleo estoy dando a mi habla, a mi lengua? Es una necesidad apremiante porque la mentira, la injuria, la falsedad, el insulto, el chisme, la calumnia, son costumbres que están más que instaladas en esta sociedad en que vivimos y no por un estamento supranacional que lo haya legislado así, que va, sino por ti y por mí, por cada uno de nosotros que lo hacemos con el uso de nuestra lengua diaria, cotidiana, para bien, o para mal. 

La piedra está en tu tejado; aunque te empecines en pensar y declarar lo contrario... lo está.  


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  Y LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON...                                                                                                               ...