miércoles, 22 de abril de 2020

INALCANZABLE

           No es extraño que haya música en el aire que sentimos, mientras vamos escribiendo, y cuando un poeta siente la música, es que lleva la poesía en la sangre... y José Francisco Romero, influenciado por su poeta de referencia Gustavo Adolfo Béquer, irrumpe como un canto impresionante al amor romántico. La concepción petrarquista del amor -un sufrimiento dichoso- que embarga al poeta y del que no puede librarse, porque estaba predeterminado a consumirse en su fuego. Con su especialísimo prisma de las emociones, nos regala versos que inmediatamente se convierten en la palabra que buscábamos, en la fórmula justa que define el color de esos ojos, el olor exacto de la ausencia, el placer de amar y sentirse correspondido o el conjuro de un “te quiero”. Estamos pues, ante un músico que escribe o un poeta que destila música.

     En su obra literaria el poeta expresa su estado de ánimo, sus vivencias afectivas, sus sentimientos, sus penas o sus alegrías y casi todo, por no decir todo, alrededor del amor, y podemos ver como la poesía de José Francisco destila tristeza, melancolía, desazón, incluso amargura.

      El amor es un tema poético que se convierte en tópico. No hay poeta que no se haya sentido amantado por su semántica. La diferencia estriba en los distintos tratamientos que se les ha dado a través de lírica española. Amor y poesía son dos dualidades. Son dos conceptos que se entrecruzan, separándose. Son un par de lazos engarzados y equidistantes. La poesía amorosa de José Francisco, es un conjunto de chispazos deslumbradores, es una confesión pasional intensamente vivida en contrastes y claroscuros.

        Todo un salto y retirada, todo un actuar y quedarse quieto, todo un impresionante llegar y retirarse. El querer y el renunciar al mismo tiempo. Arde y se apaga, quema sin arder, otra vez vuelve y se va sin venir. Es una humanidad que se disloca, que se abate en el choque con la indiferencia. Los brazos de la amada son la cárcel victoriosa, el desdén, la libertad esclavizada. El poeta nos muestra siempre un amor real. Es un amor de barro y carne, de hombre y tierra, de pellizco y jadeo. Es un amor intermediario que atrae rechazando, que disfruta sufriendo; amor cósmico con aristas, vértices y laterales. No es un artificio, es una vivencia.  Caduco como todo, eterno como nada.

     Por ello su poesía es viva y auténtica con el alma. Es una poesía visceral, caliente y humilde al mismo tiempo. Nuestro poeta se deja inundar por sus propios sentimientos y por las vivencias de quienes le rodean. De ahí que su poesía sea hija de sus desgarros, de sus heridas de amor, de penas o de profundos zarandeos del alma sufriente o gozosa. Es en consecuencia, una poesía que no deja indiferente a nadie, porque nace y brota a borbotones cálidos, humanos, interiorizantes, amorosos y definitivos.

       Leer a este magnífico poeta, es un ejercicio grato y placentero, porque siempre va, a lo largo y ancho de su obra, estableciendo lazos de profundo afecto a través de su palabra y siempre dejándose la piel del alma en cada estrofa, en cada verso.

     Los poemas de José Francisco están construidos, cincelados para dejarse oír, para ser cantados, para ir diciéndolos a la plena luz del día. Pero al mismo tiempo, son versos para meditarlos en el recogimiento interior, para guardarlos en el fondo del alma o para expresarlos en la intimidad de una plegaria.

       Concluyo con un íntimo deseo hecho voto: Abramos de par en par las ventanas del alma, mientras leemos sus poemas. Que esos aires de pureza poética y de profunda y humana espiritualidad, invadan los más recónditos rincones de nuestros espíritus y nos ayuden a saborear el gozo de vivir, tantas veces mustio y agostado por los problemas cotidianos.

      Por lo demás, en cuanto a fuego, llama, fulgor, destello, luz y, en suma, cuanto indica combustión y deslumbramiento, el lector lo encontrará en abundancia en este poemario.

              
      J. Alfonso Villegas 

      Presidente de la Asociación Malagueña de Escritores AME


lunes, 20 de abril de 2020


TRAZAS DE OTOÑO 

José Francisco Romero, hijo nacido en aquella Málaga de la década de los sesenta, aquella Málaga con el olor del  azahar de los naranjos en flor, de la dama de noche…  La Málaga de la biznaga hecha de cardo y flor naciente de blancos jazmines que despiertan en la noche… La Málaga de cielo azul y del viejo mar con horizontes antiguos… La Málaga de nostálgicos y bellos amaneceres, de coloridos atardeceres románticos desde la bahía, de alegres cenacheros pregonando su mercancía… La muy hospitalaria… Majestuoso Gibralfaro…


De familia de escritores y artistas, desde muy joven, casi un niño, José Francisco escribe sus primeros poemas, acude al Conservatorio, la música le llama, largos años que recibe clases de los mejores maestros…solfeo, guitarra clásica, flamenca… Siempre alternando con sus otros estudios y trabajos.

Nunca dejó de suspirar por la cultura, siempre con su guitarra en brazos cosechando canciones… Es en 2014 cuando publica su primer libro de poemas, “Sueños de luna” y posteriormente “Inalcanzable” en 2016 alcanzando sucesivamente varios premios y accésit.


Y es ahora, en  “Trazas de otoño” donde nos encontramos en su lectura inmersos en un precioso puñado de versos salidos del corazón. Palabra Libre, Palabra Medida, Pensamiento… Desde el  nostálgico recuerdo al pensamiento amoroso del ayer y del hoy, desde la lluvia gris a la incipiente primavera, desde el lujurioso deseo al erótico sueño, desde la furtiva mirada a la preciosa sonrisa, desde el temor al nunca más hasta la contundente realidad, desde el amanecer a la noche, desde la más triste soledad a la palabra… La música y la guitarra, “Ahí, estás tú”, la musa, el amor… el amor… el amor…  


José Francisco es así, un hombre familiar e inquieto, noble, llano, lleno de sonrisas, la cara es el espejo del alma, haciendo arte con sus manos rasgando la guitarra, de casta le viene al galgo, José Francisco rebosa alma, amor, coraje y buen hacer… de vez en cuando se emplea en la artesanía de rimas y versos construyendo poemas que con alegre musicalidad nos hace llegar para solaz regocijo.

Lector amigo, en “Trazas de otoño” disfruta de tanto pensamiento como en sus versos recoge el autor, disfruta de sus reflexiones, de sus sentimientos que en algún momento harás tuyos, bebe de su bondad, de sus inquietudes, de sus sueños, de sus esperanzas, de sus reflexiones… Se te hará muy corto el proceso de la lectura.



                                                                       Jacinto Esteban

                                                             Dramaturgo, actor y periodista            


SUEÑOS DE LUNA 

Al igual que la Música, la Poesía es la forma más divina de expresar los sentimientos. Y cuando éstos salen del alma logran construir un clamor que une a hombres y mujeres románticos sin distingo de razas, credos o escuelas, se desbordan como una rápida cascada las palabras dándole un verdadero significado a cada acto de la vida… sea de alegría, de dolor o de tristeza.
En ese constante dilema siempre se ha alzado la voz del poeta, para romper las fuertes cadenas que nos atan a una vida sin esperanza.

Así encontramos en la poesía de José Francisco Romero, cómo uno de los vértices importantes de su poesía, como los sentimientos evidencian un canto de consuelo que revitaliza la ilusión que el Poeta siente que va perdiendo sin saber por qué… y mueve sus alas y de nuevo se levanta expresando estos versos que repite como si quisiera enfatizar sobre su gran deseo de escapar de ese estado interior que quiere llevarlo a la infelicidad.

Sus tristezas, alcanzan a darle fuerza a sus reclamos sin importarle que su voz se pierda en la indiferencia, dejando una marca indeleble en la distancia, porque él ha sido capaz de construir con sus cantos un espacio abierto a los suspiros y cerrado a los llantos. En el fondo aparece otro de los vértices como un trágico reclamo con que el poeta se siente empujado hacia un punto inexplicable donde la vida depende más de lo que dejó de hacer.

Y así, se vislumbra inmediatamente que esas marcas son huellas dejadas en la carne, en la voz, en la búsqueda de un trascender más allá buscando la consecución de la felicidad aunque sea ésta utópica.

Es la soledad otra constante en sus versos. Una soledad que no es más que una forma de catarsis para liberar al corazón de tanta angustia y producir con los deshechos de sus ansias un suspiro balsámico que haga reverdecer el confín de la esperanza.

Sin embargo, es el amor, el que logra consolar esos estados del ser interior… porque es la fuerza que reanima la energía y reactiva la sangre que circula en busca de oxigenar los cantos… y en ese instante brotan los más dicientes y hermoso versos. Se nota un cambio diametral en el estado de ánimo del poeta. Ya la tristeza se supera y da paso a la exaltación del amor llegando hasta contener retazos expresivos del amor.

Sinceramente, no es nada fácil ahondar en la poesía de José Francisco Romero porque su gran capacidad de transitar en el campo de la lirica deja al lector sin aliento, porque sus expresiones plásticas, con el uso de las palabras, al mismo instante, es capaz de abrir muchas vertientes y dejar correr turbulentamente desde sus ínclitas montañas de versos un torrente de voces e imágenes capaces de penetrar en los rincones más recónditos de los espíritus.

Con estos cantos, el poeta, busca mitigar los estados del alma y encontrar la comprensión de aquellos, que al igual que él, han cantado, soñado, llorado y sufrido… pero al leerlos sentirán que, por fin, no están solos, se hallan unidos por La Eterna Armonía que emana del amor.



Pepe Romero
Guitarrista 

POR DECIRTE ALGO...
"El poeta cordobés Pablo García Baena ha argumentado que los creadores de versos tienen que ser "libres" por encima de corrientes o grupos literarios, a los que luego pueden sumarse sin perder "lo personal" de cada uno".
(publicado en el periódico Tribuna de Salamanca 19/04/2017)
Me parece de lo más acertada y oportuna esta afirmación del maestro y me reafirma en mi posición de huir de toda corriente, grupo o asociación que pretenda con sus ideas despersonalizar o desposeer al creador de su individualidad en aras de intereses particulares o de grupo, por muy loable que sea su finalidad, su credo o su interés social y por muy 'relevantes' que sean o crean ser sus propulsores.
La creación poética ha de nacer de la libertad más absoluta y no tiene por qué verse sujeta a nada ni a nadie para tener toda la actualidad, frescura e interés social per sé.
Aún a riesgo de ser recurrente en mis argumentaciones, el mismísimo Bécquer escribió sus versos dentro de un estilo de lo más 'romántico', cuando este movimiento dejaba de estar en vigencia y cuando muchos de los escritores coetáneos se posicionaban en el 'realismo'. No hay más que ver el calado que tuvo, tiene y tendrá este escritor a pesar de muchos que lo desdoran.
Por eso escribe, lo que quieras, lo que llene tu alma, lo que te haga volar al universo sin atadura alguna; no te importe lo que piensen, digan, quieran o deseen otros. Tu creación es lo importante si a ti te importa porque...
'Quien está convencido de su 'sonido',
sea cual fuere, no necesita un auditorio exigente
ni multitudinario para saber que su 'melodía' es buena.
En esto estriba la verdadera felicidad
y el menos pretensioso termina
por encontrarla más fácilmente'.
(Trazas de Otoño 2019)

  Y LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON...                                                                                                               ...